Uno tiene un cachorrito monísimo y super bien
socializado cuando de repente...
¿qué le ha pasado? ¿me lo han cambiado?
Se ha convertido en un perro grande, todo patas y cabeza, que tira de la correa y se lanza a ladrar y a saltar cada vez que ve a otro perro en la acera de enfrente.
?????
Pues las hormonas de la adolescencia, es lo que ha pasado. A partir de los 8 meses en los perros pequeños, y del año en los más grandes, las hormonas sexuales empiezan a secretarse, y el mundo cambia para el perro. Los antiguos compañeros de juegos de repente ahora se dividen entre posibles conquistas o posibles rivales. Y los desconocidos... bueno, esos suelen ser posibles rivales, por lo menos hasta que se demuestre lo contrario (o resulten ser del sexo opuesto).
Total, que ese cachorrito que jugaba con todos los perros del parque, de repente empieza a dar y recibir revolcones. Empieza a medirse con los demás, y a gruñir. ¿Y qué es lo que hacemos? Le ponemos una correa, y nos lo llevamos. En vez de jugar con los otros perros, ahora pasea atado lejos de ellos. Cada vez tiene menos relación con los demás.
Entonces empieza lo peor. Nuestro perro tira de la correa como si le hubiera poseído un husky siberiano. Y va alerta cual agente de seguridad, patrullando el barrio en busca de otros perros. Y cuando ve uno... ¡a ladrar y a tirar como un poseso!
Entonces casi todo el mundo hace lo que ha leído en un libro, le han dicho en el parque, o ha visto en el desgraciadamente famoso programa de la tele. Y empiezan los tirones de correa. Las "correcciones". Y los collares de castigo, o de pinchos. Pero el perro, en vez de mejorar su conducta, como prometen todos, empeora... ¿por qué?
Pues muy simple, porque los castigos casi nunca funcionan, pero es que para esto, son muuuucho peor. Porque el perro no entiende el concepto "mi dueño me da un tirón de correa porque me estoy portando mal". El perro ni siquiera entiende que el tirón lo estamos dando nosotros. Él sólo entiende que cada vez que ve un perro, e intenta saludarlo, le duele el cuello. Lo que aprende es que los perros son muy peligrosos, porque su dueño ladra muchísimo (los dueños casi siempre gritamos a los perros que ladran para que se callen, ellos creen que estamos uniéndonos a su coro). Y además, los perros (o los extraños) producen dolor de cuello, así que, cuanto más lejos el perro, pues mejor. Y ¿cómo mantienen los perros alejados a otros perros? Pues ladrando. Y poniéndose echos unas fieras. Ataque preventivo, que se llama.

Pero lo peor ocurre cuando, con nuestro perro está en este estado de ánimo, tenso, nervioso y desconfiado, nos acercamos al otro perro. Entonces dos perros, nerviosos, con las hormonas disparadas y las correas tensas (luego, incapaces de huir o poner espacio de por medio) se alcanzan. Pero se alcanzan de verdad, porque entonces la probabilidad de que se enganchen es altísima. Y entonces se decide que el perro es peligroso, y que no podemos acercarnos a otros perros y.... seguimos con el círculo vicioso.
¿Cómo rompemos este círculo? ¿Cómo conseguimos que nuestro perro se acerque tranquilamente a otro?
El collar:
fuera collares de castigo, pinchos, ahogo... (a los eléctricos ya ni los mento...). Ponle un collar normal. Si es un perro de mucho tirar, tienes otras opciones, más efectivas y que no duelen. Si el perro es de hasta 15-20kg, yo te recomiendo un arnés de los que se enganchan en el pecho en vez de por la espalda, tipo
easywalk. Con los perros más grandes también funciona, pero un poco menos. Y si no, un collar de cabezada, tipo
gentle leader o
halti.

Que conste que nadie me paga por hacer publicidad, es que realmente funcionan. Los enlaces son orientativos, hay otras marcas que funcionan igual de bien. Con estos arneses y collares, el perro no puede tirar, porque los perros tiran con el pecho, y estos van enganchados por delante. Así no tienen músculos con los que tirar, así que no tiran. Y cuando lo intentan, se giran, y te miran a tí. Premio doble.
El espacio:
acércate al otro perro/persona sólo hasta la distancia en la que tu perro lo mira, pero sin ponerse nervioso, tirar de la correa, o ladrar. Deja que le eche un buen vistazo, y que elija si se quiere acercar o no.
Si hace alguna
señal de calma,
prémiale por ser bien educado. Si rompe el contacto visual, también.
Y entonces
aléjalo. Esto hace que el perro se tranquilice, y aprenda que, si no quiere, puede no acercarse al otro perro/persona si no quiere. Le da
opciones. Que con la correa puesta, normalmente, un perro no las tiene.
Si el perro, una vez alejado, sigue mirando con curiosidad, vuelve a acercarte, despacio, hasta donde aguante sin ponerse a cien.
Repite el ejercicio.
Ya verás como poco a poco puedes acercarte más al perro, y que cuando llegas hasta su lado, en vez de un potro salvaje tienes a un perro tranquilo y curioso, dispuesto a hacer amigos. Esta es la base de los ejercicios
B.A.T., de los que tengo que escribir una entrada.
El acercamiento:
No te acerques de frente, en línea recta hacia el otro perro. Rodea un poco. Si no tienes espacio, cambia al perro de lado, para ponerte tú entre los dos perros. Así rompes su contacto visual. Acercarse de frente es de muy mala educación para un perro. Y muchos adolescentes no se acuerdan (¿desde cuándo los adolescentes siguen las reglas de urbanidad?). Acerca la cabeza de tu perro a los hombros del otro perro o incluso a su trasero, nunca a su cara.
El tiempo:
Una vez estás al lado del perro al que vais a saludar, espera a que los perros empiecen a olerse, o se pongan el uno al lado del otro, cuenta
2 segundos. Entonces llama a tu perro por su nombre,
distráelo, y aléjalo. Prémialo por alejarse, y por prestarte atención, a unos pasos del otro perro. Si quiere volver a saludar, deja que se vuelva a acercar, cuentas 4 segundos, y lo vuelves a alejar. Sigue así, aumentando el tiempo poco a poco, hasta que veas que hacen señales de juego, o que se alejan.
Si ves que hacen señales de juego, es el momento de soltarlos (si se puede, claro). Pero no te desentiendas, los perros jóvenes se emocionan fácilmente, se ponen nerviosos, y se "pasan". Si ves que el juego sube de tono, llama a tu perro, sepáralo, y cálmalo antes de volverlo a soltar a jugar.
Si después de un acercamiento, ves que tu perro no muestra más interés,
llévatelo y no fuerces más el contacto. Pensamos que todos los perros quieren saludarse durante minutos, y llegar a ser amigos del alma, pero no es verdad. A veces con un "Buenas, Buenas" tienen suficiente. Otras se conforman con un "¿qué tal? ¿y tú de quién eres?", y lo dejan ahí. Con los extraños, las charlas insustanciales de ascensor son incómodas, pero el forzar la relación entre adolescentes además, puede ser peligrosa.
Y por último, pero lo más importante.
La correa:
LA CORREA, SIEMPRE, SIEMPRE, FLOJA.
No creo que me canse nunca de decirlo. Un perro con la correa tensa se siente atrapado. No puede huir. Y los perros nerviosos y desconfiados, que no pueden huir, atacan. Además, la postura de un perro que tira de la correa es exactamente igual a la de un perro seguro de sí mismo que amenaza a otro perro que tiene delante. Lo que favorece las peleas todavía más.
 |
Las correas flojas, en forma de J, los perros por fuera |
Mantén la correa que haga una "J" entre tú y tu perro. Siempre.
Y por supuesto, si tu perro tira de la correa,
enséñale a ir a tu lado. Si no sabes cómo, contrata a un adiestrador que trabaje en positivo, compra un libro de adiestramiento en positivo (en
knsediciones encontrarás muchos buenos) o ponle un arnés o halti de los que he hablado antes.
¡¡Pero no le des tirones!!
O convertirás a un perro adolescente pero feliz en un adulto malhumorado y peleón. En tus manos está, y nunca mejor dicho.
Teresa Marías
www.psicologiaveterinaria.es